Palabras en juego: análisis y reflexiones a partir de las traducciones de «El juego del calamar» (¡sin «spoilers»!)

Por Karina Gargiulo.
Traducir un fenómeno global
Desde su estreno, El juego del calamar se convirtió en un fenómeno mundial. Esta serie surcoreana, que ya cuenta con tres temporadas, la última de las cuales se estrenó el 27 de junio de 2025, fue la más vista en la historia de Netflix. La clave de su éxito radica en cómo toca temas universales: la desesperación económica, la deuda y la desigualdad. No obstante, el éxito vino acompañado de algunas polémicas en torno a su localización. Los primeros subtítulos de la serie (2021), cuando nadie se esperaba su revuelo, se hicieron con posedición —es decir, traducción automática corregida por humanos—. Ante esto, la Asociación de Traducción y Adaptación Audiovisual de España (ATRAE) sacó un comunicado en el que dejaba en claro su posición en contra del uso de esta práctica e instaba a las plataformas a rever sus métodos de trabajo. En este caso concreto, la posedición no fue efectiva, su impacto en la calidad final del producto y en las condiciones laborales de los traductores fue negativo, y eso es a lo que deberíamos prestar atención. ¿Se ahorra tiempo o no?
Además de lo técnico, hay otro aspecto fundamental para tener en la mira: el respeto por el trabajo creativo original. La traducción audiovisual forma parte del entramado artístico de una obra, y toda decisión que simplifique procesos en detrimento del contenido también puede afectar la intención del guionista, la visión del director o el matiz interpretativo de los actores.


La voz del público: cuando la traducción se convierte en tema de conversación
Las críticas y el análisis de las traducciones no vinieron únicamente desde el ámbito profesional. El público general también habló. En redes sociales como X (antes Twitter), varios fanáticos analizaron escenas clave, compararon subtítulos con doblajes o señalaron matices perdidos entre una lengua y otra. Lejos de ser un detalle menor, esto demuestra que el público presta atención a las decisiones lingüísticas que tomamos. En un contexto donde priman la velocidad y la producción en serie, y donde todo parece efímero —los videos en redes sociales deben captar la atención en menos de diez segundos, las series se estrenan y se olvidan en cuestión de días, los artistas buscan hacer hits del momento—, sorprende que los espectadores todavía se tomen el tiempo de analizar, cuestionar y valorar el lenguaje. En medio del consumo veloz, la audiencia sigue valorando el trabajo artesanal y cuidadoso.
Lenguas, juegos y vínculos: los desafíos culturales de traducir a Corea del Sur
Ya sabemos que el traductor estudia y conoce en profundidad las culturas de sus pares de idiomas de trabajo, pero muchas veces, y sobre todo en el ámbito audiovisual, debe adentrarse también en culturas más ajenas, como es el caso de las asiáticas, para poder transmitir con sensibilidad y precisión cada referencia.
Entre los elementos más comentados por los usuarios se encontraron los honoríficos coreanos (formas de dirigirse a una persona según su edad, género o jerarquía) y los juegos tradicionales, como dalgona o ddakji. La traducción se realizó, como es habitual, mediante una lengua pivote: del coreano al inglés y de este a los demás idiomas. Para los honoríficos, muchas veces se optó por reemplazarlos por nombres propios o apodos cercanos, especialmente en el doblaje, donde las exigencias de isocronía y lip sync condicionan las elecciones.
| Honorífico | Contexto de uso | Traducción o solución adoptada | Observaciones |
| Oppa (오빠) | Mujer a hombre mayor con vínculo afectivo (hermano, novio, amigo cercano) | Se omite o se reemplaza por el nombre propio del personaje. Estrategia: Modulación u omisión | Se pierde matiz emocional o jerárquico |
| Hyung (형) | Hombre a hombre mayor (hermano mayor, amigo con respeto) | A menudo, se reemplaza por el nombre propio, amigo o hermano. Estrategia: Adaptación cultural y modulación | La traducción busca naturalidad, pero el vínculo afectivo puede diluirse |
| Unnie (언니) | Mujer a mujer mayor, relación de cercanía o cariño | A menudo, se reemplaza por el nombre propio o hermana, o se omite. Estrategia: Adaptación cultural, modulación u omisión | La traducción busca la naturalidad, pero el vínculo afectivo puede diluirse |
| Ahjussi (아저씨) | Hombre adulto, sin vínculo cercano, pero con respeto | Se traduce como señor o con el nombre del personaje. Estrategia: Equivalencia funcional o adaptación cultural | Buena equivalencia cultural |
En el caso de los juegos, en algunos se mantuvieron los nombres originales, como gonggi y jegi, que aparecen romanizados (es decir, transcritos del alfabeto coreano hangul al alfabeto latino para facilitar su lectura por parte del público global), la misma estrategia que se aplicó al conservar la palabra truco en la traducción de El eternauta para preservar el color local y respetar la autenticidad cultural. En otros, se hizo una adaptación. Luz verde, luz roja es una traducción literal desde la lengua pivote, que utilizó el juego estadounidense red light, green light, que poco tiene que ver con la versión coreana, 무궁화 꽃이 피었습니다 (Mugunghwa kkotchi pieotsseumnida), cuya traducción literal sería La flor del hibisco ha florecido.
Para saber más sobre las lenguas pivote, se puede consultar https://www.ata-divisions.org/AVD/pivot-languages-in-subtitling/.
¿Lo siento o perdóname? Cuando cada palabra pesa
En la localización de una serie, no solo importan los grandes dilemas culturales o lingüísticos, sino también las palabras cotidianas. Las microdecisiones tienen un impacto en la macroestructura emocional de las escenas. En una escena de la tercera temporada de esta serie, por ejemplo, aparece el términoacquaintance en la lengua pivote para referirse a la relación entre dos personajes. Algunos idiomas, como el turco, optaron por términos más cercanos al sentido de amigo, que suma intimidad y afecto, mientras que otros optaron por conocido, que señala a alguien con quien se tiene trato, pero no necesariamente confianza o vínculo emocional. Esa diferencia puede parecer sutil, pero cambia por completo la percepción del espectador sobre el tipo de relación entre estos personajes. No es este el caso, pero existen traducciones que cumplen con los principios de corrección gramatical, semántica y sintáctica, pero que, sin embargo, resultan insuficientes desde el punto de vista expresivo: desdibujan la presencia escénica, la dimensión psicológica y el rol narrativo del personaje. En la traducción audiovisual, donde convergen lo verbal, lo visual y lo performativo, una versión formalmente correcta puede no ser fiel a la intención comunicativa integral del personaje, alterando así la percepción que el espectador tiene de su identidad y función dentro de la obra.
También se analizaron las formas de disculpa. En una escena, se tradujo I’m sorry como perdóname (forgive me), en lugar de lo siento. Mientras que lo siento funciona como una fórmula de cortesía asociada a la empatía o al reconocimiento del sufrimiento ajeno, no implica necesariamente la asunción directa de culpa. En cambio, perdóname conlleva una petición explícita de perdón, con una carga emocional más intensa y una clara admisión de responsabilidad por parte del hablante. En ciertos contextos, elegir una u otra puede suavizar o intensificar el drama de la escena e incluso alterar la responsabilidad que el personaje asume en lo que dice. Muchas veces, estas decisiones están directamente relacionadas con la forma de ser del personaje.
Conclusión: traducir es mucho más que buscar equivalentes
Los grandes productos audiovisuales no solo cautivan al mundo con su historia, sino que también ponen sobre la mesa preguntas clave sobre cómo consumimos productos culturales globales. En medio de una industria que a veces prioriza la velocidad sobre la precisión, traducir sigue siendo un acto creativo y responsable.
Las elecciones en traducción audiovisual no son casuales ni automáticas: cada palabra traducida implica un proceso de análisis, empatía con el personaje y una sensibilidad que excede lo mecánico. No solo se trasladan significados, sino que se recrean vínculos emocionales, voces escénicas y matices culturales. Traducir contenido audiovisual no es apretar un botón: es leer entre líneas, interpretar silencios, elegir con precisión una palabra que puede cambiar el tono de una escena o el vínculo entre dos personajes. Requiere tiempo, formación constante, sensibilidad cultural, y un esfuerzo mental enorme para mantener el equilibrio entre fidelidad, fluidez y contexto, sin salirnos del límite de caracteres por línea y por segundo o de los parámetros de isocronía y lip sync. Es, en definitiva, un trabajo invisible que sostiene la experiencia del espectador sin que este lo note.
Y, aunque muchas veces se subestima o se automatiza, traducir sigue siendo un acto profundamente humano.
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